Sabemos de los materiales empleados por Clark en su terapia, sabemos de la naturaleza mudable de los objetos relacionales, que combinaban plástico con caracolas, sabemos también de los límites cambiantes -los diferentes niveles de intensidad- en los que operaba la práctica de la artista: miembros del cuerpo, individuos, grupos de personas. En todas esas instancias es el mismo cuerpo el que vibra, siempre cambiante, mudo pero dispuesto a articulase en lenguaje tan sólo para volver a disolverse, más tarde, en un movimiento constante de fuga. Porque si ese "sujeto fascista" es pensado como lenguaje a partir del lenguaje, como producto forzozo del imperio del Significante, habría que hacer notar que el sujeto al que toda la práctica de Clark se dirije parece resistir estos términos. Como Suely Rolnik sugiere10, quizás sea el campo de las semióticas no verbales -ese campo contemporáneamente explorado con tanto apasionamiento por los escritos de Gilles Deleuze y Felix Guattari- el que permita referirse con mayor pertinencia al trabajo de Clark. Ya que no parece tratarse, en este caso, de un cuerpo que habla, que se compone en el discurso, sino de un cuerpo silencioso, producto de la combinación de una serie interminable de umbrales perceptivos.



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